LA VIRGEN ROJA Y LAS CHICAS DE LA GAVIA
MARÍA GLORIA TORRES MEJÍA
Hay personas nada creativas. Seres que cultivan las mismas costumbres siempre. Y se relacionan siempre con las mismas personas, se sientan siempre en el mismo sitio en los restaurantes y hacen el amor (follar solo nos está permitido a los liberales) siempre en la misma postura. Misionero, por supuesto. Y a oscuras. Y vestidos. Personajes que no se arriesgan porque saltar sin red supone caer siempre de espaldas y nunca de pie. Y carecen de opinión aunque, lamentablemente, no de voto. Como cantaba el Maestro Sabina al referirse a otro Maestro, Manolo Tena, son expertos en el difícil arte de no mojarse bajo un chaparrón. Curiosos personajillos que consienten que otros nos roben. ¡Mientras no me roben a mí. , exclaman con arrogante soberbia ignorante. A estos seres nada les sale ni bien, ni mal. Curiosamente, siguen viviendo - más bien deambulando como zombis por la vida - por la incomprensible constancia que tiene el mundo de girarnos a todos por igual. ¡Una lástima. En la antítesis están -estamos -, los artistas. Los verdaderos. Los que escribimos para no morir. Los que nos acostamos con la aventura, nuestra amante más fiel, porque el riesgo nos invita a la lucha y la lucha nos mantiene con vida. Gloria juega en ese equipo que también es el mío. Unas veces, defendiendo sus pinturas, otras, compartiendo sus escritos con el mundo y otras, marcando goles por la escuadra a la cruda realidad. Pero siempre de titular. Y nos muestra ese talento arriesgado que la hace tan especial y que tanto nos gusta a sus seguidores. Ahora tienen en sus manos su última entrega literaria, una apuesta a caballo ganador que con su lectura les aliviará del sufrimiento casi perpetuo de la barbarie, del no saber, de la masificada sociedad consumista cuya esencia se encuentra en la (buena) imagen. Porque, amigo lector, muy a nuestro pesar, en el mundo sigue cotizando más una imagen que mil palabras. Y un gimnasio más que mil bibliotecas. ¡Una lástima. No les distraigo más. Les invito a entrar, sin llamar, a un universo totalmente distinto; un universo en el que los artistas, los amantes de las palabras y los hechos, los aventureros de lo eterno, nos citamos para ser realmente felices. Disfruten del libro. Disfruten de Gloria.
MARÍA GLORIA TORRES MEJÍA
Hay personas nada creativas. Seres que cultivan las mismas costumbres siempre. Y se relacionan siempre con las mismas personas, se sientan siempre en el mismo sitio en los restaurantes y hacen el amor (follar solo nos está permitido a los liberales) siempre en la misma postura. Misionero, por supuesto. Y a oscuras. Y vestidos. Personajes que no se arriesgan porque saltar sin red supone caer siempre de espaldas y nunca de pie. Y carecen de opinión aunque, lamentablemente, no de voto. Como cantaba el Maestro Sabina al referirse a otro Maestro, Manolo Tena, son expertos en el difícil arte de no mojarse bajo un chaparrón. Curiosos personajillos que consienten que otros nos roben. ¡Mientras no me roben a mí. , exclaman con arrogante soberbia ignorante. A estos seres nada les sale ni bien, ni mal. Curiosamente, siguen viviendo - más bien deambulando como zombis por la vida - por la incomprensible constancia que tiene el mundo de girarnos a todos por igual. ¡Una lástima. En la antítesis están -estamos -, los artistas. Los verdaderos. Los que escribimos para no morir. Los que nos acostamos con la aventura, nuestra amante más fiel, porque el riesgo nos invita a la lucha y la lucha nos mantiene con vida. Gloria juega en ese equipo que también es el mío. Unas veces, defendiendo sus pinturas, otras, compartiendo sus escritos con el mundo y otras, marcando goles por la escuadra a la cruda realidad. Pero siempre de titular. Y nos muestra ese talento arriesgado que la hace tan especial y que tanto nos gusta a sus seguidores. Ahora tienen en sus manos su última entrega literaria, una apuesta a caballo ganador que con su lectura les aliviará del sufrimiento casi perpetuo de la barbarie, del no saber, de la masificada sociedad consumista cuya esencia se encuentra en la (buena) imagen. Porque, amigo lector, muy a nuestro pesar, en el mundo sigue cotizando más una imagen que mil palabras. Y un gimnasio más que mil bibliotecas. ¡Una lástima. No les distraigo más. Les invito a entrar, sin llamar, a un universo totalmente distinto; un universo en el que los artistas, los amantes de las palabras y los hechos, los aventureros de lo eterno, nos citamos para ser realmente felices. Disfruten del libro. Disfruten de Gloria.
MARÍA GLORIA TORRES MEJÍA
Hay personas nada creativas. Seres que cultivan las mismas costumbres siempre. Y se relacionan siempre con las mismas personas, se sientan siempre en el mismo sitio en los restaurantes y hacen el amor (follar solo nos está permitido a los liberales) siempre en la misma postura. Misionero, por supuesto. Y a oscuras. Y vestidos. Personajes que no se arriesgan porque saltar sin red supone caer siempre de espaldas y nunca de pie. Y carecen de opinión aunque, lamentablemente, no de voto. Como cantaba el Maestro Sabina al referirse a otro Maestro, Manolo Tena, son expertos en el difícil arte de no mojarse bajo un chaparrón. Curiosos personajillos que consienten que otros nos roben. ¡Mientras no me roben a mí. , exclaman con arrogante soberbia ignorante. A estos seres nada les sale ni bien, ni mal. Curiosamente, siguen viviendo - más bien deambulando como zombis por la vida - por la incomprensible constancia que tiene el mundo de girarnos a todos por igual. ¡Una lástima. En la antítesis están -estamos -, los artistas. Los verdaderos. Los que escribimos para no morir. Los que nos acostamos con la aventura, nuestra amante más fiel, porque el riesgo nos invita a la lucha y la lucha nos mantiene con vida. Gloria juega en ese equipo que también es el mío. Unas veces, defendiendo sus pinturas, otras, compartiendo sus escritos con el mundo y otras, marcando goles por la escuadra a la cruda realidad. Pero siempre de titular. Y nos muestra ese talento arriesgado que la hace tan especial y que tanto nos gusta a sus seguidores. Ahora tienen en sus manos su última entrega literaria, una apuesta a caballo ganador que con su lectura les aliviará del sufrimiento casi perpetuo de la barbarie, del no saber, de la masificada sociedad consumista cuya esencia se encuentra en la (buena) imagen. Porque, amigo lector, muy a nuestro pesar, en el mundo sigue cotizando más una imagen que mil palabras. Y un gimnasio más que mil bibliotecas. ¡Una lástima. No les distraigo más. Les invito a entrar, sin llamar, a un universo totalmente distinto; un universo en el que los artistas, los amantes de las palabras y los hechos, los aventureros de lo eterno, nos citamos para ser realmente felices. Disfruten del libro. Disfruten de Gloria.