CUARENTA Y NUEVE CUENTOS Y UN SUDARIO

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JOSÉ CARLOS TURRADO DE LA FUENTE

La España interior ha tenido que quedarse prácticamente desierta para que se la tome más o menos en serio como problema. Ahora bien, la ya manida España vaciada se encuentra ahora amenazada por un aluvión de propuestas económicas y administrativas que, lejos de anunciarle un porvenir, parecen imponerle medidas suicidas, en el mejor de los casos dañinas, cuando no abiertamente perversas.

Quien la conoce y la habita sabe que el tema de su despoblación, más que una novedad, es una dolencia crónica que de vez en cuando la atormenta con sus profecías y achaques. Quienes todavía formamos parte de ella la notamos especialmente herida, pero no tanto en sus caudales y pobrezas, sino más bien por el lado del carácter, el espíritu, la Épica.

Sorteando las trampas del folclore y el turismo, no hay otra salida que recordarla digna de amor, ocuparla como un lugar donde vale la pena quedarse. De lo contrario quizá· merezcamos el infierno que se nos tiene prometido.

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JOSÉ CARLOS TURRADO DE LA FUENTE

La España interior ha tenido que quedarse prácticamente desierta para que se la tome más o menos en serio como problema. Ahora bien, la ya manida España vaciada se encuentra ahora amenazada por un aluvión de propuestas económicas y administrativas que, lejos de anunciarle un porvenir, parecen imponerle medidas suicidas, en el mejor de los casos dañinas, cuando no abiertamente perversas.

Quien la conoce y la habita sabe que el tema de su despoblación, más que una novedad, es una dolencia crónica que de vez en cuando la atormenta con sus profecías y achaques. Quienes todavía formamos parte de ella la notamos especialmente herida, pero no tanto en sus caudales y pobrezas, sino más bien por el lado del carácter, el espíritu, la Épica.

Sorteando las trampas del folclore y el turismo, no hay otra salida que recordarla digna de amor, ocuparla como un lugar donde vale la pena quedarse. De lo contrario quizá· merezcamos el infierno que se nos tiene prometido.

JOSÉ CARLOS TURRADO DE LA FUENTE

La España interior ha tenido que quedarse prácticamente desierta para que se la tome más o menos en serio como problema. Ahora bien, la ya manida España vaciada se encuentra ahora amenazada por un aluvión de propuestas económicas y administrativas que, lejos de anunciarle un porvenir, parecen imponerle medidas suicidas, en el mejor de los casos dañinas, cuando no abiertamente perversas.

Quien la conoce y la habita sabe que el tema de su despoblación, más que una novedad, es una dolencia crónica que de vez en cuando la atormenta con sus profecías y achaques. Quienes todavía formamos parte de ella la notamos especialmente herida, pero no tanto en sus caudales y pobrezas, sino más bien por el lado del carácter, el espíritu, la Épica.

Sorteando las trampas del folclore y el turismo, no hay otra salida que recordarla digna de amor, ocuparla como un lugar donde vale la pena quedarse. De lo contrario quizá· merezcamos el infierno que se nos tiene prometido.