Irene Molines
En el principio fue la pintura. Ese pensamiento, esa emoción interior, la recuerda desde que era muy pequeñita. Pese a ser este el sueño más concreto que ella reconocía, por su mente corrían las palabras con las que necesitaba explicar la concepción que tenía del mundo que la rodeaba, sin ser consciente de que todo aquello que observaba y analizaba solamente lo podría materializar a través de la escritura; no sólo las cosas tenían forma y color para plasmarlas en papel en blanco, también las que contenían al Verbo.
Cuando se hizo mayor, no obstante y a pesar de las dificultades, seguía sintiendo la sensibilidad por todas las expresiones artísticas, pero siempre estaba en primer lugar la pintura. La radio la fue nutriendo desde pequeña de teatro y de música; y las láminas de los libros de pintura, del conocimiento de los pintores más conocidos.
Y, antes que los libros llegaran a sus manos, llegaron los tebeos y también el cine. La literatura de los grandes autores tardó un poquito más. Todo esto lo vivía desde lo más profundo de su espíritu. Mientras, cara a la sociedad se disponía a ser una chica más de las que en esa época se las apremiaba ser. Todo el entorno la conducía a ello inexorablemente.
Pero, por fin, lo de dentro se revolvió contra lo de fuera. Contra toda probabilidad y sin apenas preparación académica se gritó a sí misma, después de una crisis emocional, que tenía que estudiar Bellas Artes. Porque su vida sin esa realidad carecía de sentido. Y así lo hizo.
Un día, pasado el tiempo y una vez realizado su empeño de hacer estudios de arte, se enfrentó a otro deseo que permanecía disimulado, como adormecido: la escritura. Necesitaba, no solamente explicarse a través de la plástica; el gesto de escribir representaba la fusión entre las dos necesidades de expresar su sentir emocional y estético ante la vida.
En el momento que descubrió su deseo inapelable, y habiendo leído una cantidad importante de literatura, tenía suficiente conocimiento humano y cultural para enfrentarse a las páginas en blanco. Le bullían las ideas. Había llegado el momento. A lo largo de los años ha ido acumulando cuadros y novelas. Pintar y escribir es lo que más le gusta, y en ello está.